Vestir tus prendas es una experiencia única, te cambia, te hace sentir especial… ¿Como logras eso?
La idea fue desde el principio crear una marca que empoderara a las mujeres. Cuando comencé y hasta el día de hoy, no sentí que vendía ropa, sino que lo que hacía era contribuir con la estética y con lo que cada mujer es en su esencia. Es como que la ropa tiene que ser la piel de la mujer y tiene que sentirse cómoda para ser ella misma. Ese fue el espíritu de brillar, que la mujer se sienta que es poderosa, una reina, es esencia pura.
¿Cuándo comenzaste en el mundo del diseño?
Buenos las “casualidades” o mejor dicho causalidades de la vida me llevaron a esto. Yo estudiaba psicología en la Facultad de Humanidades, hacia asistencia social y estaba un momento de mi vida muy idealista y en épocas de la dictadura las clases se interrumpieron. Allí me pregunté qué hacer. Como sentía mucha creatividad dentro de mi, comencé a hacer bikinis con telas que desteñía y teñía. Era una época en que había comenzado la moda del batik y ahí fue donde comencé a hacer ese tipo de ensayos con bikinis. También compre telas y diseñe combinaciones diferentes, por ejemplo, lunares con rayas, flores con rayas cosas que en ese momento no se veían, para romper con lo clásico que eran clichés como los trajes de baños todos lisos. Así es como empecé. Ese verano me vine a Punta del Este, le vendí a todas las boutiques, y comencé a tener una clientela. Luego del verano retorné a Montevideo por las clases, pero la facultad aún no había comenzado y seguí con mis diseños porque me encantaba lo que estaba haciendo.
Comencé con camisas, también con una línea muy especial, donde trabajaba con un material que se llamaba Juilliard, fabricado por Sudamtex, que era como una especie de algodón y combiné unas telas floreadas con otras lisas, resultando así camisas con cuello cartea y puños lisos con delanteras estampadas. Se vendieron muy bien y seguí con el tema de camisería, que me encantó. Armé una especialización en ese rubro, vendiendo al por mayor a los negocios. Después vinieron las faldas, vestidos y armamos una empresa de ventas al por mayor, junto con mi hermano.
¿Y de ahí a lo que es hoy la marca?
Buenos, me casé, me fui de luna de miel y dejé la empresa a mi hermano, pensando que al regresar iba a volver a estudiar, pero al final no fue así. Había pasado más de un mes del comienzo de las clases, y ya tenía que rendir un examen y un parcial. Eso y varias señales más, me mostraron que iba a seguir con lo que estaba haciendo. Me puse armar prendas exclusivas y a venderla a grupos de amigas en mí casa. Atendía, en principio, dos veces por semana, hasta que las cosas me llevaron a dedicarme de lleno y comencé a vender en una casa que alquilé. Luego sí, abrí la Casa Gladys T en Bulevar España.
¿Cómo visualizas tu crecimiento en estos años y como lo enmarcas con la solidaridad?
El propósito yo lo tuve desde el comienzo. Todos los desfiles que hice han sido siempre a beneficio de instituciones que ayudan; como Dame tu mano, escuelas y movimientos que nos apoyamos mutuamente. Además en todos los desfiles estaban presentes mujeres reales. Siempre trabajé para la mujer como es: única e irrepetible. Cada una representa un estilo de mujer y hacia ellas apunto. No me gusta masificar mujeres, me encanta la mujer cuando viene y me pide un diseño para vestirse siendo ella. Claro que puede ser que eso mismo le quede bien a otra, pero identificar a cada una con lo que le queda bien es fabuloso y siempre es lo que me gustó.
Siempre estuviste apoyando el desarrollo de la mujer y su lugar…
Muchas veces me han invitado a dar alguna charla motivacional para empoderar a la mujer y decirle “se puede”. No hay que desanimarse y que a todas las cosas no nos salen bien mágicamente. En mi caso son más de 40 años de trabajar en el rubro, y no siempre me ha ido genial. Se me han derrumbado proyectos, pero en eso he aprendido a sacar otros adelante y no siempre en todo te va bien. Eso es lo que quiero transmitir. A veces las cosas cuestan tiempo, pero si se puede, y más si tenemos ayuda de otros. Por eso estoy a disposición de quien necesite o quiera mi ayuda. Como chicas que están preparando su pasantía o un trabajo para presentar su tesis, o mujeres que quieren hacer proyectos. Yo les doy una mano en lo que creo les puede ayudar. Les doy una visión que puede aportarles una mirada diferente.
Siempre pensando en lo que puede mejorarnos la vida a todas. Aprendí que también es en grupo, juntas, que tenemos que salir adelante. Hace poco me hicieron una nota y les dije: para mí no existen Superman ni Superwoman, porque en este momento no salís adelante sola. Tenés que armarte un buen equipo, que te apoye. Así que, de gente que se me ha acercado saqué ideas, y la pandemia a mí me sirvió para mirar mucho dentro de mí. Fue un periodo que utilicé para ver cosas que no había hecho, o que de pronto no había hecho bien dentro de la empresa, o que tenía como un debe. Entre ellas, la página (www.gladyst.com) , que encaramos con un equipo fabuloso y en tres meses estaba funcionando.
¿Eso derivó en nuevos productos? ¿En qué consiste Gladys T Moda con propósito, tu nuevo desafío?
Ahí fue donde dije: Voy a sacar una línea para mujeres que están en este momento en la casa, para todos los días y me inspiré en la ropa tejida.
Quise hacerlas con lanas uruguayas, con artesanas y darle trabajo a gente que en este momento desde la pandemia estuvo muy paralizada. Fue todo un proceso en que hicimos cosas preciosas, nos nutrimos entre las tejedoras y todas para sacar ideas, y eso es lo que estamos desarrollando. Tenemos ruanas, chalecos, camperas, ponchos pulóveres diferentes, con esta línea que permite a las mujeres, en lugar de la chaqueta hoy podemos estar al aire libre cómodas y lindas.
Y así pudimos darles trabajo a mujeres que están en su casa. Creamos también bolsas especiales. Hicimos una alianza con el Espacio Ombijam, de Pamela Martínez. Conversando con Pamela, le comenté, que hacía 30 años tenía un proyecto guardado orientado a hacer un taller para mujeres que estaban en la cárcel o que salían de allí.
En ese momento no se dió, pero con Pamela, pensamos que era el momento, y en menos de un mes armamos un taller para esposas de presos y mujeres que salían de la cárcel. Comenzó a funcionar. El Ministerio le dió un espacio a Pamela Martínez y al Espacio Ombijan y ahí donamos máquinas y materiales. El primer trabajo que les encargué fue las bolsas con la leyenda Gadys T, Moda con propósito. En pandemia se desarmó el taller y hoy ya se está retomando la actividad.
También estamos trabajando con mujeres de Tacuarembó que también les encargué las bolsas, pero les pedí que les coloquen una tarjeta contando lo que hacen ahí, así mis clientas pueden ver su trabajo.
Estas acciones apuntan a hacer visible el trabajo de muchas mujeres que están escondidas y nadie las ve. Agradezco siempre a la prensa que me ayuda a difundir estas cosas.
Y esto es un poco el seguir generando proyectos y acciones en conjunto. Una vez al año con Dame tu mano trabajamos para colaborar con mujeres del interior que deben ir a la capital por tratamientos de salud, y designamos un día y parte de lo que se vende va para esa causa. Queremos seguir realizando este tipo de acciones.
¿Cuánto influye esta espiritualidad en tu vida práctica y en tus proyectos?
Influye muchísimo porque Gladys T, la marca, en realidad soy yo; y cuando le pongo nombres a las colecciones, son reflejos de cómo me siento en este proceso de cambios. Por ejemplo, cuando en plena pandemia comencé con la colección de tejidos, la llame “Cambia”. Y en ese momento estaba sintiendo que debía hacer un cambio muy profundo para poder seguir adelante. Estaba parada como en empresa y si no hacia ese cambio drástico, no iba a poder seguir. Así se llamó la colección y así se vivió ese cambio dentro de la empresa, luego de 30 años con la web y otra forma de vender. En este año cumplí mis 30 años en la moda y soñaba celebrarlos a lo grande, con un gran evento, como forma de agradecer a mis clientas, al público, a mi equipo y todas las personas que de alguna forma lo hicieron posible. Porque hace años me dedico a lo que amo, y eso es un gran privilegio, más cuando sentís que la vida te premió con ese regalo. A mí me encanta lo que hago y por eso sigo ayudando y comprometiéndome con la gente. He puesto en el camino, distintos nombre a mis trabajos, que muchas veces eran también desafíos para mí.
Brillar, Anímate, Trasmutación (en esa oportunidad regalaba a cada clienta una amatista), que era parte de lo que quería dar en ese momento, como parte de esa fuerza para generar ese cambio.
En uno de los últimos encuentros que hicimos en la casa de Bulevar España, organizamos una meditación y nos reunimos 60 mujeres, a meditar. Fue una experiencia maravillosa. También esas charlas que mes a mes se realizaron fueron parte de un crecimiento y un aprendizaje que fuimos compartiendo entre todas.
Durante la pandemia, publiqué unos videos mostrando las prendas y se terminó formando un grupo de mujeres, muchas de ellas argentinas, que nos comunicábamos de una forma muy profunda, de apoyo de unas a otras y nos sentíamos parte de algo muy lindo que hasta hoy perdura, e intercambiamos mensajes de luz y motivación.
En estos años hemos logrado esa relación, mucho más allá con cada clienta, una relación de diálogo e intercambio que me hace muy feliz. Porque lo que hago trasciende el diseñar o vender ropa, esto es parte de mi vida, algo que me llena de alegría y me enseña cada día más. Porque creo que la gente que te llega, es por algo, y desde que entendí eso, estoy atenta al mensaje y al aprendizaje que cada ser que llega a mi vida tiene para mí. Como tal vez también yo pueda aportarle algo.