—»Buen día» (Canal 4) nació a los pocos días de la aparición del COVID-19 en Uruguay. ¿Cómo recordás esos comienzos?
—Todo el año pasado fue muy intenso. Comenzamos unos días después de la aparición de los primeros casos de Coronavirus en Uruguay. Somos hijos de la pandemia. Diría que por poco no salimos porque si el programa hubiera sido un proyecto en marzo, no sé qué habría pasado. Pero ya teníamos todo pronto y salió sin saber todavía la dimensión que iba a cobrar el COVID. El año pasado fue un programa con todo el desafío que implica trabajar en una situación de pandemia. Resultó una prueba para todos.
—¿Por el COVID o por otros factores?
—Por el COVID. Era el tema excluyente: todos estábamos con la misma preocupación y la incertidumbre sobre lo que pasaría. Como periodistas, para todo el grupo, implicó un enorme desafío, buscar la originalidad.
—Fue uno de los primeros programas que tuvo un caso, como el de Jimena Sabarís…
—Sí, esa situación nos obligó a hacer cuarentena. Fue incómodo trabajar así: realizar un programa desde las casas de cada uno no es sencillo. Si bien nos acompañaron en piso Viviana Aguerra, Federico Paz y Gustavo Fernández Insúa, implicó un aprendizaje para todos.


—¿Este año «Buen día» se parece más al programa que proyectaron?
—Sí, pudimos diversificar el contenido. El público también pide otra cosa porque hay cierto hartazgo sobre la pandemia. Me parece que estamos más cerca de la salida que de la entrada, afortunadamente. Pudimos concretar el espacio de entrevistas («Un café con Claudia») que estaba previsto en el formato inicial. El segmento funciona muy bien: a la gente le gusta mucho y me encuentra en un rol que disfruto mucho. La entrevista es una charla con un invitado donde uno busca encontrar otras facetas de la persona. Dependiendo de quién venga puede ser algo más profesional o personal. Se convirtió en un momento importante del programa. En el grupo logramos articular desde lo noticioso al entretenimiento, el humor y la distención con la información.
—La mañana es competitiva en términos de rating. ¿Cómo te sentís con eso?
—Bien. Nosotros estamos conformes con las mediciones. Me tocó trabajar en un noticiero muchos años en un horario caliente, y ahora estoy buenamente sorprendida de la gente que nos mira. El público migró bastante con la pandemia. Cuando arrancamos, teníamos más público del habitual por aquello del «Quédate en casa». Eso hizo que se sumaran televidentes y después quedó mucha gente teletrabajando. Pienso que el público de la mañana es ahora más numeroso y con un comportamiento distinto.


—Al poco tiempo de tu salida de «Telemundo» mencionaste la aspiración de volver a los medios en un rol como comunicadora más integral. ¿Se cumplió?
—Es un deseo conquistado. Quería bucear en otros formatos y se fue dando. Llegó la propuesta y la llevamos adelante. Me lancé al desafío y lo estoy disfrutando pila.
—Cuando se produjo la salida de Valeria Alonso de «Telenoche», se habló de tu nombre para la conducción del noticiero, ¿Hubo un planteo en ese sentido?
—Fue un rumor. Pero nunca hubo ningún tipo de planteo. Estoy muy a gusto en «Buen día».
—¿Qué te generó la salida de Magdalena Prado hace unas semanas?
—Fue una decisión empresarial del canal, opciones que se toman en función de la rentabilidad y los ajustes que hay en diversos medios. Nos generó mucha tristeza porque Magui es tremenda profesional y extraño tenerla. Era un buen contrapunto para mí. También sé que son etapas y seguro que lo mejor está por venir para ella. Fue muy bueno lo que atravesamos juntos profesionalmente. La va a ir bárbaro en todo lo que emprenda.

—¿Dudaste en algún momento de vacunarte?
—Me vacuné cuando me tocó hacerlo. Tampoco estaba con la ansiedad de hacerlo. Estuve muy atenta a los estudios y a cómo venía la vacuna en otros países. Y cuando me tocó, me anoté y me vacuné. Es algo que va más allá de lo que uno pueda pensar desde el punto personal y filosófico, implica sobre todo una responsabilidad que tiene que ver con tu familia y tu comunidad. Uno puede ser asintomático y contagiar. Tampoco soy una fanática de las vacunas. Nunca me vacuné contra la gripe, por ejemplo.
—En tu historia de vida y filosóficamente has tenido un acercamiento a lo que se llama la “medicina no tradicional”…
—En realidad no estoy en contra de la medicina tradicional. Al contrario: es súper necesaria y me parece que se puede complementar con otras terapéuticas. Creo sí que uno puede hacer cosas para mejorar sus defensas a nivel de cómo se alimenta y cómo trata su cuerpo y hasta cómo piensa. El pensamiento positivo influye en la salud. Yo creo que en esa línea de comportamiento y es la que aplico para mi vida. Soy una persona sana hoy pero tampoco tengo el derecho de criticar ni de opinar respecto a las personas que tienen otra postura. En el fondo, las decisiones de salud son un tema muy personal. Hay que respetar todas las decisiones. En lo personal, me tira lo natural. No soy de las personas a las que le duele la cabeza y enseguida toman un analgésico. Trato de que el cuerpo haga su proceso. De todos modos, cuando me ha tocado tomar antibiótico, lo hago. No tengo fanatismo en ningún sentido.
—¿Cuál es tu análisis sobre la posición de los antivacunas?
—Los extremos no son buenos. Me parece que les asiste razón en algún aspecto, pero a los otros también. Las vacunas salvan vidas: en la historia de la humanidad han sido una salvación. No hay que ningunearlas. Lo que también es cierto es que el poder de las farmacéuticas se pone en juego y hay una carrera que puede distorsionar las cosas. Pero la realidad es una: hoy en Uruguay los casos han bajado y las pocas personas que tenemos en CTI no se han vacunado.


—Hace unos meses hubo una polémica originada de un informe de la DW sobre la libertad de prensa en Uruguay y hablaba de ciertos riesgos. ¿Cuál es tu visión?
—No me parece que este gobierno ni los anteriores condicionen el trabajo de la prensa. Si uno se compara con América Latina, tenemos libertad de prensa. Hay dificultades claro, como en todas las profesiones. Todos los gobiernos han tenido sus claros y sus oscuros en el vínculo con el periodismo. Como periodista que no pertenece a ningún partido político, siempre he tratado de trabajar desde el equilibro. No he tenido situaciones de censura. Lo que existe en las empresas de comunicación es que hay intereses, simpatías y antipatías con determinados interlocutores y a veces hay que negociar para alcanzar el equilibrio en el abordaje de algunos temas, convencer de que lo mejor para el medio es alcanzar un enfoque con todas las voces. Eso pasa. Hay temas sensibles: pensar el periodismo desde un romanticismo absoluto no contribuye si vamos a dar esta discusión.
—¿Te sorprendió que se haya molestado Diego Delgrossi con una pregunta tuya sobre el accidente que protagonizó en 2013?
—Luego lo hablamos y todo bien. Somos amigos de toda la vida. Hubo un malentendido y se entendió que no hubo una mala intención en preguntarle. Lo he entrevistado muchas veces a Diego. Se produjo un teléfono descompuesto y lo aclaramos. A veces las redes sobredimensionan los entredichos. Fue una cosa muy puntual que se aclaró enseguida. Twitter es una red muy dañina, muy tóxica.

—Hace 10 años que vivís en una chacra en Maldonado, cerca de Sauce de Portezuelo. ¿cómo fue tomar la decisión teniendo en cuenta la distancia de Montevideo?
—Fue muy buena esa decisión y meditada con mi pareja (Gonzalo Madrid). Teníamos el terreno ahí y empezamos luego a hacer la casa. Un día nos decidimos a mudarnos porque lo sentíamos nuestro lugar. En ese momento yo trabajaba en Telemundo e iba y venía todos los días. Ahora trato de partir la semana y me quedo algunos días en Montevideo. Estamos muy felices de vivir donde vivimos. Estamos en el campo, pero con muchos servicios: conectividad, transporte y cerca de las ciudades: estamos a la misma distancia de Piriápolis que de Punta del Este. La zona se está dinamizando: con la pandemia y el fenómeno de teletrabajo muchas personas se han mudado.
—¿Te gusta la playa?
—Me gusta en el horario de la mañana. Más tarde ya me da un poco de pereza. Todo lo que sea aire libre lo recomiendo. Hay personas a las que el campo les trae un momento de soledad que a veces no gusta. Pero una dosis de tranquilidad viene muy bien.
—¿Siguen trabajando la tierra?
—Solo para nosotros. Gonzalo está en otras tareas que le demandan más tiempo fuera de la casa. Tenemos la huerta para nosotros. Cada vez es más difícil acceder a una calidad alimentaria y tiene otro valor un alimento orgánico. Es un privilegio que tenemos.
