La temporada 2024 está por empezar con una tendencia evidente; hace cuatro años que los títulos se dividen entre equipos del país verdeamarelo.
Manejó el balón y casi nunca lo perdió. Cuando precisó ser vertical, logró dar varios pases filtrados, incluso con aceleración en pelota dominada. Defensivamente se mostró intenso y recuperó varias pelotas. Nicolás de la Cruz dominó al mediocampo de la Selección argentina campeona del mundo, el 16 de noviembre del 2023, por la quinta fecha de las Eliminatorias sudamericanas, cuando Uruguay le ganó 2 a 0 en la Bombonera.
A los 26 años, se posicionaba como uno de los mejores jugadores de Sudamérica y gran figura de River Plate, que preparaba el 2024 con él como gran bandera de fútbol del equipo de Martín Demichelis. Hasta que aparecieron los 16 millones de dólares de Flamengo. Un mes después del partido con Argentina, pasaría a formar parte de uno de los equipos más poderosos de la región y campeón de la Copa Libertadores en dos de las últimas cinco ediciones.
La secuencia podría representar un caso aislado que determina una inversión de un club brasileño por única vez. Pero no. Se trata, en realidad, de una tendencia que cambió el panorama del fútbol sudamericano. Como De la Cruz, en los últimos años Brasil absorbió gran parte del talento sudamericano: en 2017, Palmeiras se quedó con el colombiano Miguel Borja, figura de Atlético Nacional en la Copa Libertadores que conquistó en 2016. En 2021, Atlético Mineiro compró a Nacho Fernández por 4 millones de dólares; el año pasado, Inter de Porto Alegre contrató a Enner Valencia desde Turquía y Gremio fichó a Luis Suárez.
La lista de sudamericanos que llegaron a Brasil es mucho más larga. De hecho, el mercado apuesta, por ejemplo, por jugadores argentinos no consagrados, más jóvenes, que podrían tener un valor de reventa alto y ser funcionales para los equipos. Casos como José Manuel López, de Lanús a Palmeiras, Giuliano Galoppo, de Banfield a Sao Paulo, o Fausto Vera, de Argentinos a Corinthians, son algunos de los casos en los que se pretende fortalecer a los planteles con inversiones no tan grandes pero potencial de recuperar la inversión.
«El mercado de pases para nosotros no es bueno, para los brasileños sí. Nosotros vendemos, ellos traen, esa es la diferencia que tienen, pero hay que estar preparados para todos», dijo Miguel Ángel Russo, entrenador de Rosario Central, durante el sorteo de la Copa Libertadores 2024. La inversión por talento en Sudamérica es solo una de las razones que forman parte de una tendencia evidente; cuando está por empezar la Copa Libertadores 2024, los últimos cinco campeones del torneo (Flamengo 2019, Palmeiras 2020 y 2021, Flamengo 2022 y Fluminense 2023) fueron de ese país, caso que nunca se había dado en la competición. Hasta aquí sólo había habido campeones del mismo país en cuatro ediciones diferentes: Independiente (1972, 1973, 1974 y 1975) y el período del 2010 al 2014, con Inter, Santos, Corinthians y Atlético Mineiro.
La Copa Libertadores 2024 otorgará el último cupo de ‘campeón’ hacia el Mundial de Clubes 25, mientras que restarían dos pasajes vía la clasificación (que, por ahora, tiene a Boca y River como clasificados virtuales).
Pero la llegada de talentos desde afuera del país no es la única variante que inclinó la balanza. Otro de los puntos fuertes tiene que ver con el deseo de varias figuras con cierta veteranía en regresar a su país, siempre sostenido bajo un evidente poderío económico.
«Todos tratamos de competir contra el poderío económico de los equipos brasileños, River está para competir», dijo Enzo Francescoli, manager del Millonario, hace una temporada.
En agosto del 2019, Dani Alves sacudió al fútbol cuando decidió ir al Sao Paulo desde PSG cuando aún tenía varias puertas abiertas en Europa. Luego siguieron ese camino Felipe Melo (2017, de Inter a Palmeiras), Filipe Luis (2019, de Atlético Madrid a Flamengo), Ganso (2019, de Amiens a Fluminense), David Luiz (2021, de Arsenal a Flamengo), Hulk (2021, de Shandong Luneng, de China, a Atlético Minero), Marcelo (2022, de Olympiacos a Fluminense).
Aunque las experiencias de contar con jugadores veteranos tuvo algunos resultados impares, es cierto que el último campeón de la Copa Libertadores basó buena parte de su funcionamiento en tres jugadores de más de 34 años; Felipe Melo (40) fue un sólido defensor central por el que partieron todas las iniciaciones del equipo de Diniz, Marcelo (35) aportó la jerarquía y calidad desde el sector izquierdo y Ganso (34) fue el cerebro del equipo.
Las divisiones inferiores son otro de los puntos que, en los últimos años, marcaron una diferencia evidente. Al fútbol argentino, el otro gran mercado potente en generación de jugadores jóvenes, le cuesta mucho mantener a sus estrellas. Valentín Barco, una de las figuras de Boca en la última edición de la Copa Libertadores, en la que perdió la final contra Fluminense, jugó solo 35 partidos en la Primera hasta que lo compró Brighton por la cláusula de rescisión de 10 millones de dólares. Claudio Echeverri, una de las figuras de la Copa Mundial Sub 17 2023, ya fue comprado por el Manchester City y no tendrá más de un año en la Primera de River.
En cambio, los equipos brasileños se dan el lujo de mantener por más tiempo a sus jóvenes. Endrick, ya comprado por el Real Madrid, pudo ser figura del título del Brasileirao 2023 y se incorporará al equipo de Ancelotti recién en el verano europeo.
Pedro, uno de los jugadores clave de Flamengo en las últimas temporadas, tiene 26 años, dejó de ser de los más jóvenes sin la necesidad de emigrar pese a contar con ofertas del exterior. En enero de este año, Fluminense rechazó una oferta de 10 millones de euros de Lyon por John Kennedy, autor del gol ante Boca en la final, de 21 años.
Aunque no se puede descartar a ningún equipo de Sudamérica y el talento sudamericano nunca deja de aparecer (Independiente del Valle confía en la explosión de Kendry Páez, ya comprado por Chelsea con 16 años, River Plate en Echeverri y Franco Mastantuono, jugadores importantes en la Copa Mundial Sub 17 de la FIFA 2023), los equipos brasileños vuelven a pisar fuerte. Y tienen con qué soñar a lo grande.