Estos aspectos fueron abordados durante el panel que se desarrolló el jueves 19 de agosto moderado por el presidente del BCU, Diego Labat, sobre «Nivel de inflación de largo plazo».
En el mismo participaron el Magíster en Macroeconomía Aplicada y MBA por la Pontificia Universidad Católica de Chile y gerente de Operaciones de Mercado del Banco Central de Chile, Diego Gianelli; el doctor en Economía por la Universidad de Notre Dame y profesor asociado en la Robert Day School of Economics and Finance de Claremont McKenna College, Julio Garín; y el Doctor en Economía por la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y gerente de la Asesoría Económica del BCU, Gerardo Licandro.
En primer lugar, la exposición de Gianelli estuvo centrada en algunos hechos históricos que muestran los matices y razones del proceso de reducción de la inflación en los últimos 30 ó 40 años tanto en economías avanzadas como emergentes.
En ese repaso, Gianelli mostró que en los años 80 y 90 las economías emergentes pasaron de niveles inflacionarios en torno a 20% promedio a consolidar guarismos más bajos que se asemejan a las economías avanzadas.
Este proceso de desinflación global dijo que se vio favorecido por el desarrollo de las cadenas de valor y la penetración del comercio electrónico, que provocó una reducción de bienes en términos relativos a lo largo del tiempo. “El precio de los bienes, excluyendo energía, ha caído prácticamente a la mitad desde mediados del 90 hasta ahora. Y esta caída ha sido particularmente intensa entre el 2000 y el 2010”, ejemplificó Gianelli.
No obstante, el directivo del Banco Central de Chile precisó que la que realmente muestra una tendencia decreciente es la inflación de servicios cuando se mira la evolución de la inflación de bienes y la inflación de servicios en los últimos 20 años.
Asimismo, Gianelli resaltó que esta reducción de la inflación global se vio favorecida por una mejora en la gestión macroeconómica, especialmente en las economías emergentes. A su juicio, este aspecto ha tenido mayor influencia en los últimos 20 años debido a la puesta en práctica de reglas fiscales y límites al endeudamiento, entre otras herramientas que permiten a la banca central una política monetaria más eficiente. En segundo lugar, destacó que prácticamente se ha desterrado el financiamiento monetario del déficit fiscal. “Hay algunas economías emergentes que aún tienen algo de impuesto inflacionario que se transfiere al Gobierno Central, pero en general son pocos los bancos centrales que hoy financian directamente al fisco y esto es algo que es bien distinto a lo que se veía en los años 70, 80 y principios de los 90, donde había varias economías que utilizaban el impuesto inflacionario como un una forma de financiar el gasto”, repasó.
Finalmente, destacó que la autonomía institucional de los bancos centrales es otro punto relevante, que ha permitido efectividad para contener el traspaso de los shocks inflacionarios hacia las expectativas.
“Esta autonomía puede ser de jure, pero también tiene que ser de facto para que tenga consecuencias sobre ciertas dimensiones que afecten los canales de transmisión, en particular la dolarización y la indexación”, finalizó Gianelli.
Este asunto fue retomado durante la segunda exposición del panel que estuvo a cargo del profesor de Claremont McKenna College, Julio Garín.
Garín, cuya investigación se especializa mayormente en macroeconomía con foco en la política monetaria y los mercados laborales y financieros, puso sobre la mesa la discusión respecto a si existe (o no) un óptimo en cuanto a nivel de inflación, aunque relativizó su postura en tanto como académico no tiene la presión de estar en un lugar de toma de decisiones de política económica.
En este punto sostuvo que se requiere un acuerdo que vaya más allá de la discusión en torno al rango meta, por ejemplo en torno a asuntos como la independencia del Banco Central. “Yo creo que es un debate que no se puede empezar si ya se tiene posiciones definitivas e inamovibles”, dijo.
Para alcanzar esa inflación baja es importante una institucionalidad que permita internalizar su importancia a las sucesivas gestiones gubernamentales, sostuvo Garín.
Del mismo modo que Gianelli y Garín, la exposición del gerente de la Asesoría Económica del BCU, Gerardo Licandro, profundizó sobre la discusión particular que existe en cuanto al objetivo de consolidar una inflación baja en Uruguay.
Licandro señaló que si bien Uruguay es un país pequeño y abierto y expuesto a shocks grandes, es importante considerar el punto de partida al pensar el nivel de la inflación de largo plazo. En ese sentido, estimó que en el marco institucional actual, Uruguay debiera apuntar a un nivel de inflación de largo plazo entre 2,5 y 3%. Este nivel de inflación favorecería el desarrollo del sistema financiero en moneda nacional y generaría tasas nominales de interés bajas de largo plazo. Asimismo, señaló la necesidad de mantener un rango de inflación similar al actual, en el entendido que la inflación en los últimos 10 años estuvo en un 80% dentro de un rango de 3% alrededor de la inflación promedio (no de la objetivo, pero sí de la promedio), y que la reducción de la inflación traería aparejada una reducción de la volatilidad de la misma.