Organizaciones de derechos humanos y otras críticas hacia Vladimir Putin fueron el blanco de un ciberataque en gran escala realizado por hackers que se vinculan la principal agencia de inteligencia, la ex KGB, lo cuales utilizaron como plataforma a la agencia de ayuda al desarrollo de EEUU (Usaid).
Ese ataque tardó nueve meses en ser detectado, hasta que fue descubierto por una empresa de ciberseguridad.
En abril, el presidente estadounidense dijo que podría haber respondido de forma mucho más contundente, pero “optó por ser proporcionado” porque no quería “iniciar un ciclo de escalada y conflicto con Rusia”.
Según The New York Times, la respuesta rusa parece haber sido una escalada. La actividad maliciosa ya estaba en marcha la semana pasada. Esto sugiere que las sanciones y cualquier otra acción encubierta que la Casa Blanca haya llevado a cabo -como parte de una estrategia para crear costes “visibles y no visibles” para Moscú- no ha frenado el interés del Kremlin por la interrupción.
Un portavoz de la Agencia de Ciberseguridad y Seguridad de las Infraestructuras del Departamento de Seguridad Nacional afirmó el jueves que la agencia era “consciente del posible compromiso” en la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y que estaba “trabajando con el FBI y la USAID para comprender mejor el alcance del compromiso y ayudar a las posibles víctimas”.
La revelación fue hecha por Microsoft, quien vinculó al actual grupo agresor con el mismo que estuvo detrás del sofisticado ciberataque a SolarWinds en 2020, que afectó a siete agencias gubernamentales estadounidenses y a cientos de grandes compañías.
Los piratas informáticos accedieron en esta ocasión a los sistemas de un proveedor de la USAID y enviaron correos electrónicos desde más de 3.000 cuentas con apariencia real a más de 150 organizaciones que habitualmente reciben comunicaciones de esa agencia de desarrollo.