En las últimas semanas, con el aumento del conflicto y la inseguridad, son los niños, los menos responsables de la crisis en Afganistán, los que han pagado el precio más alto.
No sólo se han visto forzados a abandonar sus hogares y aislados de sus escuelas y sus amigos, sino que también se ven privados de la atención sanitaria básica que puede salvarlos de enfermedades como la polio y el tétanos.
Ahora, con una crisis de seguridad, el aumento vertiginoso de los precios de los alimentos, una grave sequía, la propagación del COVID-19 y otro duro invierno a la vuelta de la esquina, los niños corren más riesgo que nunca, afirma el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
«Si la tendencia actual continúa, UNICEF predice que un millón de niños menores de 5 años en Afganistán sufrirán desnutrición aguda severa, una condición que pone en peligro su vida. Mientras tanto, más de cuatro millones de niños, entre ellos 2,2 millones de niñas, están sin escolarizar. Alrededor de 300.000 niños se han visto obligados a abandonar sus hogares, algunos en pijama mientras dormían, otros mientras se sentaban tranquilamente a leer los libros de texto. Demasiados de ellos han sido testigos de escenas que ningún niño debería ver jamás. Los niños y adolescentes están luchando con ansiedades y temores, y necesitan desesperadamente apoyo en materia de salud mental”, ha asegurado George Laryea-Adjei, director regional de la agencia de la ONU.