Una nueva investigación desarrollada en la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos concluye que los sonidos modifican patrones cerebrales desde los primeros días de vida, e incluso pueden hacerlo desde antes del nacimiento.
Los cambios, que se concretan en regiones del cerebro dedicadas al procesamiento sonoro, pueden generarse con anterioridad a la apertura de los canales auditivos.
Es sabido que muchas madres hacen escuchar su música favorita o sonidos inspiradores a sus bebés durante el proceso de gestación, pero hasta el momento no existía una comprobación científica sobre los beneficios o consecuencias de esa práctica en el entorno familiar.
Ahora, un nuevo estudio desarrollado por científicos estadounidenses ha logrado verificar en ratones que los efectos de la estimulación sonora son evidentes en el cerebro, y se concretan desde los primeros días de vida.
Según una nota de prensa, es probable que las modificaciones en las redes neuronales observadas en los roedores puedan comprobarse también en humanos.
Como las variaciones en los circuitos cerebrales se han registrado incluso antes de la apertura de los canales auditivos, la investigación sugiere que las zonas del cerebro dedicadas al procesamiento sonoro podrían modificarse con estos estímulos incluso durante el embarazo. Vale recordar que en el ser humano los canales auditivos se abren aproximadamente a las 20 semanas de gestación.
En el marco del estudio, publicado recientemente en la revista Science Advances, los científicos utilizaron ratones sordos modificados genéticamente, a los cuales se les introdujo una proteína que hace factible la transformación del sonido en un pulso eléctrico, para que de esta forma llegue al cerebro.
Luego de distintos experimentos, comprobaron que los ratones sordos de una semana de edad con la modificación genética indicada presentaban hasta un 30% más de conexiones neuronales en las áreas que procesan el sonido que los ratones con audición normal y de la misma edad, que no habían sido objeto de ninguna variación genética.
En consecuencia, esto sugiere que los sonidos pueden cambiar los circuitos cerebrales a una edad muy temprana, mucho antes de lo pensado hasta hoy.
Teniendo en cuenta que en los roedores los canales auditivos se abren a los 11 días del nacimiento, el estudio ha comprobado que las variaciones pueden darse con anterioridad a su apertura.