Por tercera vez el ahora mandatario tiene el deber de volver a encausar los destinos de millones de brasileños que quedaron relegados tras el triunfo de Jair Bolsonaro hace cuatro años.
En su discurso aseguró que su asunción es una «victoria de la democracia» ante las «amenazas» de los sectores de la derecha que aún no reconocen su triunfo. Lula pronunció un discurso de media hora, en el que anunció un salario mínimo de 1320 reales como primera medida.
También aseguró que tendrá como norte «revitalizar el Mercosur». Por otra parte, el mandatario brasileño dijo que revocará los decretos de acceso a armas, ya que «Brasil no necesita armas en manos del pueblo».
Sobre la situación social y económico, aseguró que «el diagnóstico que recibimos del Gabinete de Transición es terrible».
«Los recursos sanitarios se han vaciado. Han desmantelado la educación, la cultura, la ciencia y la tecnología. Destruyeron la protección del medio ambiente. No dejaron recursos para comidas escolares, vacunación, seguridad pública», lamentó.
En este contexto, el jefe de Estado brasileño se comprometió a asistir inmediatamente a las capas más pobres de la sociedad, ya que «no sería justo pedir paciencia a quien tiene hambre».
«Ninguna nación se ha levantado ni puede levantarse sobre la miseria de su pueblo. Este compromiso empieza por garantizar un Programa Bolsa Família renovado, más fuerte y más justo para atender a los que más lo necesitan», indicó.
En ese sentido, Lula Da Silva sostuvo que las primeras medidas del Gobierno tendrán como prioridad «rescatar a 33 millones de personas del hambre y rescatar de la pobreza a más de 100 millones de brasileños que han soportado la carga más pesada del proyecto de destrucción nacional que hoy termina».
«Dije que la misión de mi vida sería cumplida cuando cada brasileño y brasileña pudieran comer tres veces al día. Tener que repetir este compromiso hoy es el síntoma más grave de la devastación que ha impuesto al país en los últimos años», manifestó.
El líder centroizquierdista cuestionó duramente a su antecesor por el manejo de la pandemia y no dudó en hablar de una «actitud criminal de un Gobierno oscurantista» como el de Bolsonaro.
«El período que culmina fue marcado por la tragedia de la pandemia. En ningún país fue tan alta la cantidad de víctimas en relación a su población. Este era un país preparado por su competencia en vacunas y salud. Esta paradoja solo se explica por la actitud criminal de un gobierno oscurantista. Las responsabilidades por este genocidio deben ser investigadas», acusó entre aplausos al asumir.
Al acto concurrió el Presidente Luis Lacalle y los ex mandatarios, José Mujica y Julio María Sanguinetti.