El renunciante canciller, luego de los audios revelados por la ex vicecanciller Carolina Ache entorno al caso Marset, es un hombre de carrera en el mundo diplomático que supo sobrevivir con astucia durante todos los gobiernos.
Ingresó a la cancillería por concurso, allá por el año 1985 y tuvo una ascendente carrera diplomática que lo llevó, 10 años después a ocupar la jefatura de gabinete del entonces Embajador en Argentina, Juan Raúl Ferreira.
Hombre muy cercano a la familia Lacalle Herrera y Pou, Bustillo fue ocupando distintos puestos en la escala del Ministerio de RREE, tanto de carrera como políticos.
Cuando el Frente Amplio llegó al gobierno y tembló la Cancillería, Bustillo sobrevivió por azar de situaciones a las que la vida te enfrenta. Había conocido de joven al hijo de Vázquez a quien supo ayudar en situaciones complejas y el entonces presidente de izquierda le tenía un profundo agradecimiento que supo premiar con el cargo de Embajador en Argentina.
Quiso también el destino que Bustillo estuviera en el mejor lugar, en el peor momento. Fueron años tormentosos cuando la furia de Néstor Kichner caía sobre Uruguay por entender que Vázquez lo había traicionado al habilitar la continuidad de la papelera Botnia, hoy UPM.
Fue tal la tensión que Bustillo reportó siempre directamente a Vázquez y no al canciller Reynaldo Gargano.
Supo cultivar reuniones reservadas en la sede de la embajada uruguaya en Bs.As con Alberto Fernández, hombre clave en esos tiempos por ser jefe de gabinete de Kirchner.
Mientras los presidentes estaban enfrentados y se disparaban declaraciones cual dardos, Bustillo y Fernández intentaban poner paños fríos a la tensa relación entre ambos países.
La amistad llegó al punto tal que Alberto vino en helicóptero a Anchorena en dos oportunidades para intentar, junto a su amigo “Pancho”, poner cierto coto al desmadre reinante, así como también se vieron en España, ante el facilitador del entonces Rey Juan Carlos de Borbón, en delegaciones opuestas pero que terminaban luego en charlas y tragos sociales hasta entrada la noche, como ocurre siempre en la política.
De ahí se hicieron grandes amigos, al punto que, cuando Bustillo fue cesado por José Mujica como Embajador en Argentina y luego de pasar por la jefatura de gabinete de Luis Almagro como Canciller, fue nombrado en el segundo gobierno de Vázquez como Embajador en España, y en su residencia se quedaba Alberto Fernández cada vez que iba a la madre patria.
Lo hizo incluso siendo Presidente de los Argentinos.
Antes de ese destino, Bustillo había abandonado la jefatura de gabinete de Almagro al haberse dado a conocer en ese entonces un escándalo que lo dejó bien parado.
Habían intentado coimearlo por empresas privadas entorno al dragado del Canal Martín García, algo que Bustillo no confirma, pero deja entrever.
Según se desprende de un artículo publicado por el Observador en 2013, Bustillo declaraba ante la justicia que no había recibido un ofrecimiento directo, pero que en el marco de una reunión con empresarios del sector se retiró porque no le gustó como venía la conversación, algo que dejó sentado en Cancillería cuando él era presidente de la Comisión Administradora del Río de la Plata, la CARP.
Cuando asumió Lacalle Pou y dada la amistad de Bustillo con su padre, Lacalle Herrera y su madre, Julia Pou, amén de con el propio Luis, todos creyeron que Bustillo era número puesto como Canciller.
Estaba en el momento justo. Era amigo de dos presidentes en funciones, Alberto, que había llegado y Luis, que también había asumido.
Sin embargo, los acuerdos políticos dejaron en ese lugar a Ernesto Talvi y devolvieron a Bustillo a España.
El cargo le había sido esquivo en tres oportunidades. Cuando la tensión con el gobierno K y el de Vázquez parecía que no terminaría bien y en el contexto que Gargano no daba con la talla, Vázquez llegó a pensar en su hombre de confianza en la vecina orilla, así como cuando en su segundo mandato también.
Luego de la renuncia de Talvi llegó la llamada del Presidente Lacalle a su amigo porque lo necesitaba en el cargo.
En sus tiempos de Embajador en España cultivó, gracias al fútbol, una relación con el actual presidente de la OMT, Zurab Pololikashvili, y lo supo traer a Uruguay en varias oportunidades.
Es un hombre de bajo perfil, pero de buenos contactos.
Hoy, tal vez por subestimar a su número dos en cancillería, por confiado o por entender que al ser amigo del Presidente Lacalle y de Alberto Fernández también nada le podría pasar, el hombre más preparado de la diplomacia uruguaya cayó en desgracia. El niega todo y habla de conversaciones fuera de contexto, pero los audios, al menos así como están presentados, no lo dejan bien parado.
Viejo lobo de mar, Bustillo debería tener más que presente que la lealtad en política, nunca paga.