La directora ejecutiva de ONUSIDA, Winnie Byanyima dijo que existe un plan acordado, que, si los líderes mundiales lo cumplen, podría fin a la enfermedad dentro de unos 8 años.
No obstante, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida advierte que la enfermedad sigue siendo una pandemia.
Aseguró que la luz roja continúa parpadeando, y solo podremos salir de ella actuando sin demora para acabar con las desigualdades que avivan dicha pandemia.
Cada 1º de diciembre se celebra el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA, puesto que el primer caso de SIDA fue diagnosticado en este día en 1981.
En todo el mundo durante esa jornada se organizan diversas actividades de difusión para conocer la epidemia de SIDA global causada por la extensión de la infección del VIH
Este día es una oportunidad para apoyar a aquellos involucrados en la lucha contra el VIH y para mejorar la comprensión del VIH como un problema de salud pública mundial.
Por eso te invitamos a usar los sig Hash Tags durante este miércoles: #HazteLaPrueba | #TerminemosConVIH | #DiaMundialSida | #EquidadEnSalud
Algunos datos y cifras
Lejos de estar superada esta enfermedad, como muchos piensan, el VIH, que continúa siendo uno de los mayores problemas para la salud pública mundial, se ha cobrado 36,3 millones [27,2 – 47,8 millones] de vidas.
Es muy importante recordar que la infección por el VIH no tiene cura. No obstante, con el acceso creciente a la prevención, el diagnóstico, el tratamiento y la atención eficaces del VIH y de las infecciones oportunistas, la infección por el VIH se ha convertido en un problema de salud crónico tratable que permite a las personas que viven con el virus llevar una vida larga y saludable.
Se calcula que a finales de 2020 había 37,7 millones [30,2–45,1 millones] de personas que vivían con el VIH, más de dos tercios (25,4 millones) en la Región de África de la OMS.
Ese mismo año, 680.000 [480.000 – 1 millón] de personas murieron por causas relacionadas con el VIH y 1,5 millones [1 – 2 millones] de personas resultaron infectadas por el virus.
Para alcanzar el nuevo objetivo mundial «95/95/95» propuesto por ONUSIDA tendremos que redoblar nuestros esfuerzos para evitar el escenario más desfavorable: medio millón de muertes adicionales en el África Subsahariana relacionadas con el VIH, un aumento de las infecciones como consecuencia de las interrupciones en el servicio del VIH durante la pandemia de COVID-19 y la ralentización de la respuesta de salud pública al virus.
Panorama general
El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) ataca el sistema inmunitario y debilita la defensa contra muchas infecciones y determinados tipos de cáncer que las personas con un sistema inmunitario sano pueden combatir. A medida que el virus destruye las células inmunitarias e impide el normal funcionamiento de la inmunidad, la persona infectada va cayendo gradualmente en una situación de inmunodeficiencia. La función inmunitaria se suele medir mediante el recuento de CD4.
La fase más avanzada de la infección por el VIH es el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) que, en ausencia de tratamiento y en función de la persona, puede tardar muchos años en manifestarse. Las personas con sida pueden contraer ciertos tipos de cáncer e infecciones o presentar otras manifestaciones clínicas crónicas de gravedad.
Signos y síntomas
Los síntomas de la infección por el VIH difieren según la etapa de que se trate. Aunque el máximo de infectividad se tiende a alcanzar en los primeros meses, muchos infectados ignoran que son portadores hasta fases más avanzadas. A veces, en las primeras semanas que siguen al contagio, la persona no manifiesta ningún síntoma, mientras que en otras ocasiones presenta un cuadro pseudogripal con fiebre, cefalea, erupciones o dolor de garganta.
A medida que la infección va debilitando el sistema inmunitario, la persona puede presentar otros signos y síntomas, como inflamación de los ganglios linfáticos, pérdida de peso, fiebre, diarrea y tos. En ausencia de tratamiento pueden aparecer enfermedades graves como tuberculosis (TB), meningitis criptocócica, infecciones bacterianas graves o cánceres como linfomas o sarcoma de Kaposi.
Transmisión
El VIH se transmite a través del intercambio de líquidos corporales de la persona infectada, como la sangre, la leche materna, el semen o las secreciones vaginales. También se puede transmitir de la madre al hijo durante el embarazo y el parto. No es posible infectarse en los contactos ordinarios cotidianos como los besos, abrazos o apretones de manos o por el hecho de compartir objetos personales, agua o alimentos.
Es importante tener en cuenta que las personas con VIH que reciben tratamiento antirretrovírico (TAR) y han suprimido la carga vírica no transmiten el VIH a sus parejas sexuales.
El acceso temprano al TAR y el apoyo para continuar el tratamiento son, por tanto, cruciales no solo para mejorar la salud de las personas con el VIH, sino para prevenir la transmisión del virus.
Factores de riesgo
Hay algunos comportamientos que aumentan el riesgo de que una persona contraiga el VIH:
* tener relaciones sexuales sin preservativo
* padecer otra infección de transmisión sexual (ITS) como sífilis, herpes, clamidiasis, gonorrea o vaginosis bacteriana
* compartir agujas, jeringuillas, soluciones de droga u otro material infectivo contaminado para consumir drogas inyectables
* recibir inyecciones, transfusiones sanguíneas o trasplantes de tejidos sin garantías de seguridad o ser objeto de procedimientos médicos que entrañen cortes o perforaciones con instrumental no esterilizado
* pincharse accidentalmente con una aguja, lesión que afecta en particular al personal de salud.
Diagnóstico
El VIH puede diagnosticarse mediante pruebas de diagnóstico rápido que ofrecen resultados el mismo día. Esto facilita enormemente el diagnóstico precoz y la vinculación con el tratamiento y la atención. Hay otras pruebas de VIH disponibles que permiten a las personas hacerse la prueba a sí mismas. Con todo, ninguna prueba puede proporcionar por sí sola un diagnóstico completo de la infección por el VIH; se requiere una prueba confirmatoria, realizada por un trabajador social o de la salud, cualificado y formado, en un centro comunitario o dispensario. La infección por el VIH se puede detectar con gran exactitud mediante pruebas precalificadas por la OMS en el marco de una estrategia de pruebas aprobada a nivel nacional.
Las pruebas de diagnóstico del VIH de uso más generalizado detectan los anticuerpos que se generan como parte de la respuesta inmunitaria para luchar contra el virus. En la mayoría de las personas, los anticuerpos contra el VIH aparecen en los 28 días posteriores a la infección. Durante ese tiempo, las personas experimentan el llamado periodo silente, cuando todavía no se han generado anticuerpos en un número suficiente para su detección en pruebas estándar, y pueden no haber tenido signos de infección por el VIH, pero pueden transmitir el VIH a otras personas. Después de la infección, una persona puede transmitir el VIH a una pareja sexual o a otra persona con la que comparte drogas, y las embarazadas pueden transmitir el virus durante el embarazo o durante la lactancia.
A quienes hayan dado positivo en una primera prueba diagnóstica se les debe realizar una nueva prueba antes de atenderlos y tratarlos, con el fin de descartar que los resultados sean incorrectos o se haya proporcionado una información equivocada. Con todo, una vez se ha diagnosticado la infección y se ha empezado el tratamiento no deben realizarse nuevas pruebas diagnósticas.
Si bien se dispone de pruebas simples y eficaces para los adolescentes y adultos, este no es el caso de los bebés nacidos de madres VIH-positivas. Las pruebas serológicas no bastan para detectar la infección en los niños menores de 18 meses de edad, por lo que se deben realizar pruebas virológicas en el momento del nacimiento o a las seis semanas de edad. Están apareciendo nuevas tecnologías que permiten hacer la prueba en el lugar donde se presta la asistencia y obtener un resultado en el mismo día, lo cual permite también atender al paciente e iniciar el tratamiento con mayor rapidez.
Prevención
Una persona puede reducir el riesgo de infección por el VIH limitando su exposición a los factores de riesgo. A continuación, se explican los principales métodos para prevenir el contagio, que se suelen usar conjuntamente:
* uso de preservativos masculinos y femeninos
* pruebas de detección y asesoramiento en relación con el VIH y las ITS
* pruebas de detección y asesoramiento para vínculos con el tratamiento de la tuberculosis
* circuncisión médica masculina voluntaria;
* uso de antirretrovíricos a modo de prevención
* reducción de daños en los consumidores de drogas inyectables
* eliminación de la transmisión del VIH de la madre al niño.
Tratamiento
Es posible tratar la enfermedad del VIH mediante pautas terapéuticas en las que se combinan tres o más fármacos antirretrovíricos. Aunque el TAR no cura la infección, inhibe la replicación del virus en el organismo y permite que el sistema inmunitario recobre fortaleza y capacidad para combatir las infecciones oportunistas y algunos cánceres.
Desde 2016, la OMS recomienda proporcionar TAR de por vida a todas las personas con el VIH, incluidos los niños, adolescentes y adultos y las mujeres embarazadas y en periodo de lactancia, con independencia de su estado clínico y de su recuento de CD4.
Hasta junio de 2021, esta recomendación había sido adoptada ya por 187 países, que abarcan el 99% de las personas infectadas por el virus a nivel mundial. Además de la estrategia de tratamiento generalizado, la OMS recomienda iniciar rápidamente el TAR en todas las personas que viven con el VIH y de ofrecer, el mismo día del diagnóstico, ese tratamiento a las que estén listas para iniciarlo. En junio de 2021, 82 países de ingresos bajos y medianos informaron de que habían adoptado esa política, y aproximadamente la mitad de ellos informaron de su aplicación en todo el país.
En 2020 había en el mundo 27,5 millones [26,5 – 27,7 millones] de personas infectadas por el VIH en tratamiento con antirretrovíricos. Esto equivale a una tasa mundial de cobertura del TAR del 73% [56 – 88%]. Con todo, se necesitan más esfuerzos para ampliar el tratamiento, especialmente entre los niños y los adolescentes. A finales de 2020 solo el 54% [37 – 69%] de los niños (0 – 14 años de edad) recibían TAR.