Se recomienda la visita al especialista en urología anualmente a partir de los 50 años, e incluso desde los 45 en aquellos con antecedentes de familiares que tuvieron esta enfermedad.
En todo el mundo y puntualmente en Uruguay el cáncer de próstata prevalece como uno de los más frecuentes en hombres.
Según datos recopilados por el Registro Nacional del Cáncer durante el período comprendido entre 2015 y 2019, en Uruguay el cáncer de próstata es el más frecuente en hombres. A nivel nacional se registraron un promedio anual de 1473 casos y 570 fallecimientos, con una mediana de edad al diagnóstico de 70 años.
El principal factor de riesgo para el desarrollo de esta enfermedad es la edad, ya que la probabilidad de padecer este cáncer se incrementa después de los 50 años, con una edad promedio de diagnóstico de 70 años. Es poco frecuente que se diagnostique antes de los 40 años.
Aquellos hombres con antecedentes familiares de este tipo de tumor diagnosticado antes de los 65 años, especialmente en parientes de primer grado (padre, hermano), tienen un riesgo mayor. Diversas alteraciones genéticas heredadas, como mutaciones asociadas con otros tipos de cáncer, pueden incrementar las probabilidades de desarrollar cáncer de próstata, aunque constituyen solo un pequeño porcentaje de los casos en general. En estas situaciones, los diagnósticos se detectan con mayor frecuencia en individuos menores de 50 años.
En la mayoría de los casos puede manifestarse con síntomas urinarios inespecíficos, que podrían estar presentes en patologías benignas de la próstata. Estos síntomas incluyen dificultad para orinar o iniciar la micción, alteraciones en la fuerza o forma de la micción, incontinencia, retención de orina, sangrado en la orina, sangrado con la eyaculación y falla renal crónica. Se aconseja consultar a un urólogo a partir de los 50 años o antes si hay algún factor de riesgo o síntoma sospechoso.
Algunos estudios indican que una dieta rica en grasas, baja en verduras, el sobrepeso, la obesidad y el sedentarismo podrían estar asociados a un aumento en el riesgo de esta enfermedad, aunque el rol de la alimentación en el desarrollo de este tipo de no está claro. Por lo tanto, se aconseja mantener un peso adecuado y adoptar un estilo de vida saludable.