Prefiere no opinar sobre la situación actual, pero considera a la administración de su hijo como “un buen gobierno”.
De cara a los tiempos electorales que se avecinan, el ex mandatario señala que estará “a disponibilidad” ayudando con los consejos que le pidan porque “opiniones tiene”.
Diputado, Senador, Presidente de la República entre 1990 y 1995 y Presidente del Directorio de su partido.
Luis Alberto Lacalle Herrera se mantiene activo en el tablero político nacional, aunque evita cruzar opiniones que puedan complicar el gobierno de su hijo, Luis Lacalle Pou.
Cree haber cumplido con el pedido de Wilson Ferreira de no pelearse, frase que le encomendó el caudillo antes de morir. Lo recuerda como un hombre muy inteligente con el cual tuvo discrepancias en distintos momentos.
Nieto de Luis Alberto de Herrera, de quien lleva puesto su anillo que supo estar, entre otros escenarios en Masoller siendo testigo mudo del paso del tiempo, cree que cuando le toque partir lo pueda llevar puesto su hijo.
Su pasión por la vida política la resume señalando que su segunda familia es el Herrerismo y el Partido Nacional.
Sobre su esposa, Julia Pou, con quien lleva 52 años de casados, Lacalle Herrera la calificó como una compañera interesada en la vida política con quien pasaron juntos las difíciles y las cosas gratas. Se conocieron cuando ella tenía 16 años y él 21.
Sostuvo que Julia Pou tiene muy buen criterio y es una voz que se escucha políticamente.
Recordó su pasaje por Acción Solidaria con lo que adquirió prestigio durante su gobierno y admitió que hubo menciones, “no demasiado serias” que la consideraron como compañera de fórmula de Juan Andrés Ramírez en la elección de 1994 que los nacionalistas perdieron por unos 16 mil votos.
Recordó la noche de la elección que le dio la victoria y el rugido que lanzó al aire cuando lo llamó Jorge Batlle en 1989 para reconocer su derrota.
Su momento más difícil como presidente fue el día que perdió el referéndum por la Ley de Empresas Públicas y los episodios del Filtro con la extradición de los etarras.
Si habla de lo positivo menciona la reforma del Puerto, algo que recuerda con orgullo y con cifras. Lo ejemplifica señalando que antes de la Ley se manejaban 300.000 mil contenedores y ahora se maneja un millón.
Está convencido que el poder se ejerce en soledad, pero no debe hacerse en aislamiento.
Sobre la embestida baguala (definición que él mismo acuñó para calificar las denuncias de corrupción que pesaron sobre su gobierno) sostuvo que no la vio venir y nunca la imaginó, pero señala que fueron denuncias sin fundamento.
A los 17 años, y sin poder votar a Herrera, en Florida, su abuelo lo empujó al micrófono y le dijo “hable mi amigo”, un empujón que le duró toda la vida y que él reiteró con su hijo Luis Lacalle Pou en Bella Unión.
En entrevista íntima con RETRATO HABLADO, el ex mandatario sigue sosteniendo que hay dos maneras de conocer la realidad, a través de los libros y recorriendo.
Allí está para Lacalle Herrera el complemento entre el país real y el país de papel. Señala que la materia prima de la vida política es la realidad y conocer más de 200 pueblos le evitó ser frío y bajar a la realidad le permitió ponerle cara a los temas.
De la campaña que lo llevó a la presidencia en 1989 recuerda que el eslogan “Creer para Crecer” es de su autoría.
Se congratula de haberse presentado siempre con un compromiso escrito en el que había que ser “cortos en la promesa, para ser largos en el cumplimiento”.
Sobre algunas personalidades de la política actual, Lacalle Herrera opinó que el presidente Lula Da Silva está demasiado ocupado en lo internacional en desmedro de lo interno. Sobre Cristina Kirchner dijo que es muy inteligente, estratega, pero no una persona en la que se pueda confiar.
En cuanto a Joe Biden, señaló que es un mandatario demasiado viejo para la función.