Creció en Carrasco cuando era un barrio que no tenía nada que ver con lo que es hoy. Allí había mucho terreno, casas de puertas abiertas y bicicletas. Ella vivía en un hogar que no era para nada común. No había en su casa un living definido, ni tampoco un comedor.
En sustitución de muebles y lámparas había una larga mesa que invitaba a crear y por qué no, a soñar.
En el año 1958 su padre compró la tierra donde años más tarde se construiría lo que hoy significa una referencia para Punta del Este, por más que esté en jurisdicción de Maldonado, “Casa Pueblo”.
Recuerda cuando su padre los llevó en jeep. Había que caminar porque no había forma de llegar. Mirando la puesta de sol que lo había enamorado, Carlos Páez Vilaró le dijo a sus tres hijos “acá vamos a construir los sueños”.
Quiso hacer Casa Pueblo de barro, pero el alto costo que eso tenía lo hizo desistir.
La primera construcción llevó el nombre de La Pionera, es para Agó Páez su lugar en el mundo, aquel espacio del que atesora preciados recuerdos.
Siempre el arte lo llevó en las venas. Fue creciendo entre pinceles, pinturas y obras de arte. No había alternativa, esa sería su profesión.
Cuando tenía 16 años, la tragedia golpeó a su puerta. Su hermano cayó en la Cordillera de los Andes junto al equipo de rugby en el que jugaba.
Fueron 72 días de incertidumbre y zozobra. Recuerda cómo recibió la noticia, la decisión de su padre de ir inmediatamente a Chile para buscar a su hijo Carlos, la convicción de que estaba vivo que su madre y su abuela mantuvieron siempre, al punto de decirle a ella y a su hermana en caso de querer claudicar, “el que no cree se va de esta casa”.
Rezaban el rosario todos los días junto a hermanas y madres que a escondidas de los hombres, más incrédulos con respecto a un milagro, llevaban adelante.
Tiene presente el momento en el cual su madre entregó lo que jamás compartió, su propio rosario a su hermano Carlos que sin entender mucho se llevó al bolsillo.
Sería protagonista de la tragedia, utilizado para el rezo colectivo en las montañas y generador de un libro llamado “El Rosario de los Andes” que hoy se está produciendo como película con la mirada puesta en las familias y esos días de angustia y dolor.
Sobre la Sociedad de la Nieve, Agó Páez rescata que se hable de los que no volvieron, algo que permite en cierta medida cerrar la historia.
Punta Ballena lo es todo para ella, por eso, consultada sobre los proyectos opina desde el respeto a la propiedad y la imperiosa necesidad de cuidar la naturaleza.
Las mandalas son su pasión, al igual que los tambores y el carnaval. Reparte su tiempo entre obras de arte y talleres con niños de escuelas rurales, pero también se da tiempo para caminar.
Hizo al menos cuatro veces el Camino de Santiago y creó en Uruguay uno propio.
Es artista consagrada, hija de Carlos Páez Vilaró, de quien heredó su legado, algo que no le impide tener brillo propio.