A través de su lente ha inmortalizado momentos, rincones naturales, paisajes variados y renombradas personalidades, incluyendo a su padre Juan Antonio Rezzano, el inolvidable “Fosforito”.
Portada dialogó con Rezzano sobre su muestra inaugurada hace poco, su historia y su eterna pasión: la fotografía.
¿Tenemos entendido que empezaste con la fotografía acá en Punta del Este a los 17 años, o sea que estarías cumpliendo casi 60 años, en este año?
Sí, casi, comencé en el año 1966, gracias a mi padre que me presentó a un fotógrafo que era de San Carlos Este y me preguntó sabía sacar fotos. Yo le dije que no, y que (además) había venido a Punta del Este a trabajar en temporada y ya me estaba volviendo a Montevideo. Pero el me dijo; No te vayas, yo te enseño. Mañana vení a las 10:00 de la mañana, a la Playa Brava (allí donde paraban los coches de Onda, y donde está ahora La Mano).
Al otro día estaba ahí como un general y comenzó a enseñarme. Recuerdo que me dijo: Mirá, esto es fácil, el sol te tiene que dar en la espalda, y le tiene que dar a la persona que vas a fotografiar. Un metro es un paso, dos pasos dos metros Pone dos cincuenta la velocidad y todo el diafragma cerrado. Eso para los días que había mucho sol en la playa.
Así que esos fueron mis primeros pasos trabajando como fotógrafo. Me pagaban el 40% de cada foto que vendía. Me empezó a ir muy bien, y me gustó y vi que era un buen negocio. Continué y ese fue el comienzo de mi carrera.
También hice otras cosas, que me dejaban un poco más de dinero pero como que la fotografía me atrapara y me dijera: vos tenés que ser fotógrafo, y yo quería ser fotógrafo.”

¿Cómo fue que de ese fotógrafo de retratos, de fotos de playa y de recuerdo de vacaciones, pasaste a ser fotógrafo que de revistas y de medios importantes, para luego también fotógrafo artístico. ¿Cómo fue esa evolución?
Fue una evolución, porque uno tiene que adaptarse a como viene el sistema. Fueron muchas cosas desde mi primer cámara (que me la regaló mi padre), luego las cámaras réflex y hasta hoy que la fotografía es digital.
Pasan cosas que te van marcando y te vas diciendo “hasta acá llegué con esto”. Ahora hay muchas cámaras digitales que la gente tiene y ya no es tanto negocio hacer determinado tipo de fotografías. Y ahí pasas, (si querés y tenés la convicción) a otra etapa, que fue lo que yo hice. Por eso trabajé casi 40 años en prensa, diversos diarios argentinos, uruguayos, brasileros, y revistas. Me gustó lo que es el fotoperiodismo. Es algo que hay que sentirlo, te tiene que gustar lo que hacés, a pesar de los años que haga en que estás trabajando, ir con esas ganas, a hacer un reportaje, hacer una foto como si fuera la última foto de tu vida.”
Dicen que los fotógrafos cuando toman una fotografía a una persona, pueden captar algunas cosas del alma de esa persona. Te ha pasado de pronto que a través de tu lente podés captar cosas específicas de alguien y pensaste quiero potenciar esto que estoy viendo en esta persona.
“Claro que me ha pasado. Cada persona tiene como un ángel, y ese ángel lo reflejan ellos. Y el fotógrafo tiene que estar muy atento a ver de qué manera le aparece esa “aura”. Eso es muy, muy importante para hacer la fotografía, pero sí he tenido, he tenido personajes que luego los mirás y le vas a hacer la foto y sabés por dónde tenés que hacerla. Porque ahí es donde está la clave de esto. Se trata de eso, se trata del alma de la gente.”

Sabemos que además de la fotografía, en tu familia, el arte era algo cotidiano. No olvidamos que tu padre fue Fosforito, uno de los artistas más conocidos aquí en el Uruguay, y él te hizo entrar en el mundo de la música y de la percusión, ¿Cómo influyó eso también en tu vida?
Yo soy músico desde los 17 años, y hasta los 27 estuve en la música en Montevideo. Pero cuando llegaba la temporada me venía para acá a hacer fotos, así que en verano dejaba la orquesta. En aquel tiempo hacíamos música tropical, y aprendí a tocar un instrumento que lo toca muy poca gente en el mundo: las cucharas. Eso mi padre Juan Antonio Rezzano, Fosforito, lo aprendió de un gitano que venía en un circo que llego a Montevideo y se quedó un mes, Ahí el gitano le enseñó a tocar los huesos (que yo nunca pude aprender) y las cucharas, que lo hago bien.
Al ser músico percusionista, aprendí muy bien eso y de ahí vienen un poco lo que son a veces mis locuras, “Fosforiteras”, como era mi padre, un gran cómico que tuvo este país.”
Sabemos que muy joven te fuiste para Europa. Estuviste viviendo un tiempo importante en Italia, más allá de que actualmente viajas mucho, también. ¿Qué repercusión tuvo en tu vida el conocer otros paisajes? Porque también vemos que parte los “Recuerdos del baúl” traen muchas fotos de paisajes exóticos muy diferentes. ¿Cómo influyó en vos el hecho de haber viajado como fotógrafo y como artista?
El primer viaje importante fue en el año 90, en el cual me fui a Italia y este estuve trabajando unos meses. Son distintos paisajes, o vos lo ves de otra manera. Los paisajes eran muy distintos a los nuestros. Acá un paisaje típico de Punta del Este, tiene los barcos, el Yacht, un montón de de cosas que en otros países de repente no los encontrás. Pero ahí encontraba cosas que me fascinan, como el arte de lo antiguo, lo viejo, eso que de repente venías por una callecita en Roma y te encontrabas con cosas que no podías creer.
Un día, en Roma, metí la mano en la Bocca della Verittá y vino alguien de atrás y me dice de golpe “UUH” y me pegó un susto bárbaro y casi dejo la mano ahí. Son anécdotas que vivís en los viajes. Tuve la suerte de recorrer casi toda Italia, bastante sitios en el mundo. Por eso soy muy agradecido a la vida.

Qué es lo que te llama la atención de un paisaje, una escena o un objeto, para que lo transformes en una foto, para que te decidas a inmortalizarla.
Hoy con el tema de la digital sacamos muchas fotos, y sacamos más de lo que está previsto. Pero además está es “ojo” que uno tiene al observar y que otras personas pueden no ver. A veces vengo con alguien y le digo: mirá, esa nube parece un gato o parece un toro. Yo lo veo y al otro no le parece, no lo ve. Pero yo lo veo, saco una foto y en la foto está, se ve esa forma.
Incluso hice una muestra, que llamé “Una mirada al cielo”, y hay unas tomas impresionantes de nubes que son increíbles. Porque yo pienso que nunca más en la vida me va a aparecer una nube con esta forma, porque son irrepetibles.
Creo es una especie de tercer ojo que el fotógrafo tiene, y que lo guía y le dice: esta es la toma, este es el enfoque, es esto. Aunque también a veces la hacés pero no pensás que vaya a funcionar, y luego de hecha la foto, es impresionante, es un éxito.
Eso me pasó con una foto que hice a un par de alpargatas en la playa. Que por cierto va a estar en la muestra.
¿Hay alguna foto o alguna escena que querrías haber tomado y que no hiciste? ¿Hay algo que tengas pendiente dentro del campo fotográfico?
No, no me queda nada. Aparte la foto es espontaneidad. Así que por suerte hice todo lo que me gustaba, no me quedó nada en el tintero, y creo que con eso estoy en paz.
Cuando las cámaras eran con rollo había un trabajo de laboratorio muy importante. Hoy en la era digital el “laboratorio” es la post producción con programas y aplicaciones
Sí, totalmente. Porque al mirar por el visor, a veces la cámara te muestra lo que realmente es, pero a veces no. Vos miraste e hiciste la foto, pero cuando la llevas a la realidad, a la computadora, ahí te aparece que lo que vos habías visto no es. Entonces tenés que entrar a darle los colores que tenía ese lugar para emparejar, y ahí es donde viene el Photoshop.
No la inteligencia artificial, (porque eso no es ligado a esto) pero el Photoshop es fundamental, para poder brindar una buena foto la tenés que trabajar y cada foto es especial.
Si querés vender una foto con el cielo un poquitito más azul, te tenés que animar a Photoshop, o en la misma cámara un filtro que le da más azul al cielo y al paisaje. Incluso hoy, a veces, algunos celulares te sacan de situaciones como contraluz y personas, donde te ayuda a “empatar” el contraluz.

¿Qué sentís cuando de pronto una foto que tomaste de forma espontánea se transforma en un clásico, en un símbolo? Me viene a la mente en este momento una foto que tomaste a Don Carlos Páez Vilaró con su gato siamés que hizo historia.
Para mí es maravilloso. Cuando le ofrecí esa foto a Don Carlos Páez Vilaró, él me miró sorprendido y me dijo, ¿en serio me estás regalando esta foto? ¡Es magnífica! Había salido con su gato en la falda, una foto divina y hoy, hay una ampliación muy grande en el Museo Páez Vilaró, en Casapueblo. Eso me llena de alegría. Además, un día estaba en casa y para una camioneta, y el conductor me dice: Estoy buscando al señor Rezzano y cuando le digo que soy yo me dice: el señor Páez Vilaró le manda un regalo. Era un libro que se llama “Arte y parte”, inmenso, firmado por él y una carta agradeciéndome por haberle cedido, esa fotografía.
Yo además, también firmé un documento dándole potestad para que la usen de la manera que quieran, eso les da seguridad a ellos para poder usar esa foto, que es es magnífica.
¿Y esa foto va a estar en la muestra?
Si, estará en los Recuerdos del Baúl, por supuesto. Y también va a ver algo de “Caras y caritas” que son macro fotografías de personajes, vamos a tener paisajes, y va a incluir unas 7 fotos muy importantes de nubes. Es una retrospectiva. Metí manos en el baúl, (por eso se llama este de esa manera) y pienso que va a ser linda.
Yo solía hacer muestras casi todos los años desde 1990 hasta 2018 o 2019, y luego dejé de hacer muestras fotográficas, no porque no quisiera, sino porque no me daba el tiempo.
Estaba trabajando en cuatro medios y también tuve la fortuna de trabajar en muchas empresas haciéndole las fotos: Pluna, Roemmers, Palacio de la música, donde hacia las tapas de los discos, Coca Cola , entre otras. También trabaje durante 25 años para Roberto Giordano, con Silvia Klemensiewicz, 33 años trabajando con ella. Trabajé en Revista Paula.
Fue fantástico tener esta cartera de clientes importantes. Incluso trabajé para el libro de la Escuela Naval. Son grandes satisfacciones que esas empresas e instituciones hayan confiado en mi trabajo.

Vamos a hacer referencia a una quijotada que hiciste, que te llevó varios años y mucho esfuerzo, pero que te está dando muchas alegrías. El documental de la vida de tu padre: Fosforito el último duende.
En un principio íbamos a hacer un videíto corto, con un amigo, Freddy. Y ese videíto corto se transformó y de pronto precisamos un actor para personificar a Fosforito, alguien que encarnara a la tía que crió a mi padre, luego a quienes lo interpretaran de niño o adolescente.
Así que hable con Nacho Cardozo, que se emocionó y enseguida se sumó al proyecto. Eunice Castro acepto ser la tía, y para las primeras etapas de la vida se sumaron Julián Ache y Luciano ZInola, dos humanos del Carnaval de las propensas, muy talentosos, tanto que Julián ha formado parte de producciones internacionales, grabando aquí, en Argentina y en Israel.
Tuvimos una Avant Premier muy exitoso en julio de 2023 y ya vamos por la 16ª proyección, en Festivales de Cine en Piriápolis, Punta del Este y Argentina, y con funciones en todos Uruguay, Argentina y en New York.
Así que muy contento, porque me la están pidiendo, es un éxito y los que peinan canas, cuando la ven se emocionan mucho porque es una película que trae muchos recuerdos, de distintas épocas.
Fosforito el último duende, porque mi padre siempre decía que era un duende. Y algo de eso hay, porque la película salió gracias al apoyo y la colaboración de mucha gente linda.
Si volvieras al año 1966 y tuvieras nuevamente la posibilidad de elegir dedicarte o no a la fotografía, ¿la volverías a elegir?
Si, por supuesto. Yo siempre digo, si volviera a nacer sería fotógrafo de nuevo. Es el mejor oficio. Mira que yo trabajé de chapista, guarda de ómnibus, chófer de bus, forme parte de bandas de música, hice 1000 cosas y opté por la fotografía. Porque la fotografía te trae esa magia que otras cosas no te dan. Es mi pasión y es lo que me gusta hacer.
